Eran mis primeros días como entrenador de fútbol base en la categoría alevín y yo, un enamorado de la táctica, le daba vueltas a todo: cómo debía jugar mi equipo, cuál era la mejor posición para cada niño o en qué aspectos tácticos debía incidir a nivel colectivo e individual. Vamos, lo que hace cualquier entrenador cuando coge un equipo. En aquellos días, un colega de otra categoría me contó una anécdota que me impactó. Un padre se había dirigido a él de muy malas maneras para recriminarle sus métodos de entrenamiento: “¿por qué no le enseñas más táctica a mi hijo?”. Su hijo estaba en la categoría prebenjamín y tenía seis años.
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